viernes, 9 de octubre de 2009

La cizaña

http://blogasterixgalo.blogspot.com/2007/10/la-cizaa.html



Es el turno de comentar un nuevo álbum, así damos paso a...

La prepublicación:
Esta aventura fue prepublicada en la revista Pilote del nº 531 al 552. Aquí podéis ver la portada del ejemplar 531 y una página que sirve de anuncio de la historieta:


La portada:


La imagen que ilustra la portada de este álbum puede enorgullecerse de ser la más completa de todas, ya que en ella podemos descubrir a todos los personajes principales e incluso algún secundario. Esta amplia reunión de gente es causada por el hombrecito que hay en primer plano, frotándose las manos con satisfacción observando el espectáculo que ha creado. Este hombre es Detritus, sembrador de cizaña profesional. Así, Astérix y Obélix discuten en primer plano; al fondo, un montón de personajes discuten entre ellos y en medio de este follón, el jefe Abraracúrcix intenta poner orden sin éxito. Todos los personajes del fondo de la imagen están pintados de color verde, es decir, están afectados por el virus de la discordia.

El argumento:

Julio César, aconsejado por sus senadores, decide enviar a la aldea gala a Detritus, un sembrador de cizaña que pretende turbar la paz que reina en el pueblecito. Nada más llegar, lleva un regalo a la aldea destinado para el "hombre más importante" de ella. Detritus elige este hombre al azar y la suerte recae sobre Astérix, al que le regala el valioso jarrón. Abraracúrcix, afectado por esta decisión, empieza a desconfiar de Astérix. Detritus vuelve a visitar a Astérix para organizar un malentendido. Abraracúrcix no está nada contento y su esposa Karabella tampoco; así, los rumores empiezan a correr. Más tarde, Detritus consigue hacer creer a los habitantes de la aldea que Astérix le ha dado la receta de la poción mágica. Astérix y Panorámix, ofendidos, se marchan del pueblo acompañados por Obélix. Se dirigen al campamento para coger la falsa poción mágica que los galos habían visto beber a los romanos. Una vez en la aldea, se consigue demostrar que poción sólo hay la de Panorámix, los galos se preparan para un gran ataque. Los romanos reagrupan tropas, pero el desenlace ya se supone. Astérix consigue devolver la paz a la aldea y enviar la cizaña con Detritus a Roma.

El comentario:

Estamos ante un álbum situado en la época dorada de Astérix. La acción se desarrolla en la aldea con una estructura bien definida. Hasta entonces, todos los habitantes del pueblecito habían convivido en armonía. Goscinny hace un guiño a la sociedad actual en distintos escenarios con el factor común de la discordia. En el palacio de César, en la aldea, en la galera y en el campamento romano.
Detritus va siempre sembrando la cizaña por doquier. Es fácil detectar todo rastro de discordia gracias al color de los bocadillos. Por tanto, los bocadillos cobran un color verde cuando la cizaña comienza a hacer efecto. Mención aparte merece, la última viñeta, en la que el jefe inicia un discurso, con un bocadillo de color naranja rosado, que hace presentir paz y tranquilidad, así como toda la viñeta.
Karabella, que hasta ahora no había jugado un papel demasiado importante en las aventuras de Astérix, lo hace en La cizaña, junto con todo el elenco femenino de la aldea. Así podemos conocer a la esposa de Esautomátix y de Edadepiédrix. La mujer de Edadepiédrix es presentada como esposa del vejestorio en una escena en la que éste critica a la "joven generación", mientras está lavando platos como un esclavo.
La aparición del legionario Monosabius y su guerra psicológica es todo un hallazgo por parte de los autores. Este método consiste en un golpe con un garrote que al final de la aventura pasa a ser de Edadepiédrix, y ya se verá en siguientes historias. El centurión romano Caius Aerobus es una caricatura del actor Lino Ventura.
En cuanto a Uderzo, en este álbum nos regala viñetas tan magníficas como estas:

Y esta visión general de la batalla con guía incluida, es espléndida, con la aparición de los piratas, que siempre están en el peor lugar.

Clásicos infantiles: Roald Dahl

Escrito por Ana Garralón
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Rodari murió en 1980 y, justo diez años más tarde, murió otro grande de la literatura infantil, el inglés Roald Dahl. De todos los presentados, seguramente es el recibiría más consenso para ser denominado clásico contemporáneo. Como además, Dahl ha sido suficientemente promocionado en nuestro país -durante años todas sus obras estuvieron traducidas y muy promocionadas- no voy a evocar largamente su figura, pero sí me gustaría detenerme en su concepto de infancia, y en cómo integra ésta en su obra. Dahl, al igual que Rodari, sintió la ausencia de su padre desde pequeño. Murió cuando él tenía cuatro años y el paso obligado por la escuela inglesa le acentúa su horror por las instituciones públicas como educadoras Ðes decir, como sustitutivas de la educación en el hogar- y va a hacer que su obra destile una ironía y una crítica muy descaradas hacia el mundo de los adultos.

Dahl toma también de la tradición mucha materia para sus historias, pero es deudor de la fantasía típica anglosajona y también de su fina ironía y de la manera de cuestionar con humor, el mundo de los adultos, por eso olvida las moralejas y otorga cualidades mágicas a sus protagonistas que utilizan sin pudor para conseguir salir airosos de las trampas de la educación y de las contradicciones de los adultos. Dahl, en las escasas entrevistas en las que habla de su producción infantil parece haber reflexionado mucho sobre la infancia, sobre los libros para niños y el éxito que tienen los suyos en concreto. Dahl asegura que siempre está a favor de los niños y, añade con cierta ironía, "contra los mayores. Este es el secreto."[1]

Pero esto no basta, Dahl tiene una pluma afilada, conoce los resortes de la narrativa y atrapa desde la primera página. "A un niño -explica- se le ha de coger por el cuello cuando le cuentas una historia. Eso se logra solamente estando de su lado, amándolos. Yo amo a los niños." Sus frases breves, mínimas descripciones, acción desde los primeros párrafos y una tensión que aumenta en cada página y que no afloja hasta el final, son recursos difíciles de manejar en los libros para los más pequeños y él los trabaja como un artesano de la palabra.

Leyendo sus libros observamos como la técnica se va depurando y perfeccionando poco a poco: desde el controvertido Charlie y la fábrica de chocolate hasta su última obra, Matilda, los niños protagonistas ganan en ingenio y soltura ante los problemas y tienen, cada vez más a su lado, a este gigantón que les incita a alejarse de un mundo poblado de adultos mediocres para encontrar en su propia personalidad las claves de su crecimiento. Me gustaría cerrar este retrato con unas palabras que escribió su hija Tessa Dahl y que resumen, no solo el carácter de su padre, sino también su concepción al escribir para niños: "Mi padre creía que todos los niños poseen una brasa. Pero alguien debe encender el fuego. Y una vez encendido tiene que atizarse con frecuencia, y es de importancia vital que se mantenga vivo y no se apague nunca. Todos los libros para niños de mi padre llevan un volcán rugiendo en sus entrañas. Arrojan cientos de ideas provocativas y excitantes fogonazos. Están llenos de ternura. Muestran el amor con que no se atrevía a tocarnos."[2]

Me gustaría finalizar aquí este breve y aventurado recorrido. Aunque no lo parezca, me he sentido como Tarzán trepando por árboles y saltando con la ayuda de lianas Ðde manera más imperfecta- por esta jungla de los clásicos, o de la literatura infantil contemporánea. Algunos claros, sin embargo, he podido vislumbrar: los autores que perduran no escriben con espontaneísmo y pensando que los niños pueden tragarse todo. Justo lo contrario: no son triviales, ni manejan fórmulas estereotipadas; son capaces de suscitar el diálogo con sus lectores y hacerles desear regresar a sus libros.

Termino dándole de nuevo la palabra a Calvino y citando su definición número cinco que, a mi modo de ver, resume una idea que nos ha acompañado a través de estos artículos: "Tu clásico es aquel que no puede serte indiferente y que te sirve para definirte a tí mismo en relación y quizás en contraste con él."

[1] Roald Dahl: entrevista publicada póstumamente en El Mundo (Madrid). 23 Noviembre 1991

[2] Tessa Dahl: Mi padre, Roald Dahl. El País, 12 de junio de 198
http://revistababar.com/web/index.php?option=com_content&task=view&id=31&Itemid=49


domingo, 13 de septiembre de 2009

Por aquellos días los niños viajábamos muy poco

Por aquellos días los niños viajábamos muy poco y la realidad de nuestro entorno ofrecía escasas emociones. Yo creo que, hasta los once o doce años, no me había alejado de Madrid más de de ochenta kilómetros, Ni desde luego había visto el mar, ni por supuesto había vivido una verdadera aventura. Pero los chavales de entonces teníamos otra forma de viajar y apasionarnos con la existencia: la imaginación.
En la acera de enfrente de la casa madrileña donde nací, en el número 20 de la calle Joaquín María López, había una pequeñita tienda, junto a una carbonería, que guardaba lo que varios de mis amigos y yo considerábamos los mejores tesoros. Era un comercio estrecho y profundo, sin ventanas al exterior. A la entrada se vendían golosinas, y el resto de la oferta la constituían los maravillosos tebeos. Muy viejos casi todos, por lo general gastadísimos, a punto de desencuadernarse la mayoría, incluso algunos con una buena parte de sus hojas comidas por las polillas. El dueño, que se sentaba al fondo, alumbrado por la mezquina luz de una bombilla de pocos vatios, era un hombre grueso y silencioso que nos producía cierto temor. Casi nunca hablaba. Se contentaba con gruñir cuando le cambiábamos nuestros tebeos usados por los suyos, añadiendo unos céntimos de peseta. Me pregunto ahora cómo podían sobrevivir muchas familias de la posguerra española con aquellos misérrimos negocios.
A bordo de los cuadernos de viñetas coloreadas navegué por los Mares del Sur y entré en el corazón de las selvas amazónicas, busqué oro en las minas de Alaska y tesoros en las sierras inaccesibles de los Andes, asalté carruajes al lado de Dick Turpin y acabé con bandas de gángsteres malignos junto a Roberto Alcázar y Pedrín, e incluso recorrí el espacio en la nave de Diego Valor, perseguido por el pérfido Mekong, rey de los marcianos.
JAVIER REVERTE